lunes, 15 de octubre de 2012

POR UNA AUTÉNTICA EDUCACIÓN CIUDADANA


Por. Lic. Danny Roy Abanto Cachy
La noción de ciudadanía define una condición o estado que las personas adquirimos con respecto a la comunidad a la que pertenecemos al cumplir ciertos requisitos establecidos por esta, de la cual deriva un conjunto de derechos y responsabilidades (deberes) que regulan nuestro comportamiento en la sociedad a la cual estamos involucrados, y que según nuestros actos la conduciremos al éxito o al fracaso. El hecho es que si no existen ciudadanos, el estado se convierte en un espacio opaco e incomprensible para las personas comunes que no pueden hacer valer sus derechos.” (Lerner y Lerner: La hoja de crianza). Para que esto no suceda será imprescindible que desde pequeños aprendamos las relaciones entre derechos y deberes, y lo que implica el ejercicio ciudadano.
La participación de los niños, niñas y adolescentes, y el interés que puedan estos tener en el ámbito público, vale decir en asuntos de interés común se reduce a un espacio limitado por una condición de no ser ciudadano. La mayoría de edad, 18 años, excluye de la condición ciudadana a los niños, niñas y adolescentes, a quiénes en el mejor de los casos se les tomará como futuros ciudadanos sin haberlo ejercido desde la escuela, estúpida contradicción pero verosímil al fin y al cabo. Es por ello que nosotros los peruanos no estamos acostumbrados, ni mucho menos tenemos una cultura en la cual podamos contrarrestar cualquier situación que atente contra nuestros derechos. Las constantes muestras de corrupción difundidos por los medios de comunicación, deben hacernos reflexionar en la necesidad de formar o construir ciudadanos y ciudadanas que hagan valer sus derechos y deberes desde pequeños, base de una sociedad democrática. Ciudadanos y ciudadanas comprometidos con el desarrollo de su país “no basta de patriotismos, de voluntad de morir por la patria, sino se necesita ciudadanía de voluntad de vivir y contribuir por la patria” (Peter Drucker).
Teniendo en cuenta lo mencionado anteriormente, la corrupción es un problema ciudadano, no de unos cuantos sino de muchos, de hombres y mujeres con bienes y sin bienes de capital, y requiere soluciones concretas. La búsqueda de una auténtica educación ciudadana no se reduce al simple hecho de votar, y para que posteriormente quedemos simplemente estupefactos al ver cómo el poder asignado a nuestros gobernantes elegidos, van enviciando y prostituyendo la democracia, como la herencia dejada por nuestro tan querido Alberto Fujimori Fujimori, que se avizoraba como el líder innovador y visionario.
La corrupción es enemiga de la democracia, es un grave problema o mal que aqueja no sólo a nuestro país, sino que es un fenómeno global, abarca todo el mundo, está tan extendida y es tan compleja que amenaza con socavar la misma estructura de la sociedad. En algunos países como el nuestro, casi no se puede hacer nada para hablar de desarrollo, a menos que se dé dinero bajo mano, entregar un soborno a la persona indicada permitirá conseguir un contrato, el permiso de conducir, una concesión minera, gasífera, petrolera, pesquera, hidroeléctrica, hasta aprobar un examen o un título académico, lograr un puesto de trabajo o por el último ganar un juicio. La corrupción destruye el estado de derecho y el imperio de las frágiles leyes legitimadas por la mayoría congresal, por lo tanto la corrupción genera un daño moral al premiar lo ilícito y castigar lo honesto. Pero ¿por qué hay tanta corrupción? ¿por qué deciden las personas ser corruptas en lugar de honradas y construir valores sin corrupción? Cualquiera que sea la causa o razones de la corrupción, esta no se justifica. Hay quienes se atreven a pensar que es por una necesidad a vivir decentemente, dejar atrás
la pobreza y tener lo que el rico tiene, pero no olvidemos que hasta el rico incurre en corrupción y se da con mayor frecuencia. Una Cultura en Valores, valores democráticos que nuestro Perú necesita, son indispensables para el cambio, los cuales se aprenderán no sólo escuchando, leyendo sino sobre todo pensando, reflexionando y finalmente actuando. La falta de respeto a nosotros mismos, a la Carta Magna, y que tiene su máxima expresión en algunos gobernantes, es el común denominador de los actos de corrupción. Muchas veces el poder económico (empresas) orienta la opinión pública, partidos políticos usan el soborno, el cohecho y chantaje, esto es aprovechado por el narcotráfico que enraíza el peor de los cánceres, por eso es difícil sostener que hemos nacido y vivimos en un país libre con principios democráticos.
Es un imperante que desde los colegios se eduque teniendo en cuenta el mundo que nos rodea con sus complejas manifestaciones, insertando de este modo a los estudiantes en temas de la realidad, y no en simples academicismos portátiles preuniversitarios de copias impresas para memorizar una serie de palabras u ejercicios; se necesita una educación que eduque con dinamismo, creatividad, criticidad y sobre todo en un marco de democracia donde prevalezcan las opiniones, iniciativas de participación, así como organización, motivadas intensamente por el docente a nuestros niños y niñas adolescentes, sin comprometer al estudiante a pensar lo que el adulto piensa, para no convertirlo en un parásito, esclavo, dependiente, con un padrón o esquema mental de sumisión, el cual venimos arrastrándolo desde la Época de la Colonia, el cual nos imposibilita proyectarnos al presente-futuro. Nuestros estudiantes deben estar informados y a la vez explorar los conocimientos necesarios para ser ciudadanos responsables, vale decir, conocer sobre políticas públicas, estructura del gobierno, votar en las elecciones bajo ciertos requisitos previos, y sobre todo cumplir con las leyes democráticamente establecidas, en un marco de valores democráticos, éticos y morales que nuestra sociedad peruana exige, involucrando en dicha tarea a sus mismos padres, gente del pueblo, y autoridades; desterrando definitivamente del vocabulario de muchos peruanos la célebre frase del escritor Manuel González Prada “El Perú es un organismo enfermo, donde se pone el dedo brota pus”.
Formar conciencia en los niños y jóvenes, al desarrollar en ellos una cultura contra la corrupción, requiere de paciencia y perseverancia, ya que posteriormente los resultados serán halagadores para combatir estos males, tal y como David Fischman metafóricamente nos cuenta en una de esas experiencias de los ciclos naturales de la vida y el trabajo: “La semilla de bambú es como una nuez de cáscara muy dura; cuando uno la planta, el primer año no pasa nada, el tercero y cuarto, tampoco; pero cuando llega el quinto año, el bambú crece 30 metros en seis semanas.”

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