jueves, 29 de diciembre de 2011

REFLEXIÓN DE MONS. MIGUEL CABREJOS VIDARTE, ARZOBISPO DE TRUJILLO, EN LOS 191 AÑOS DE INDEPENDENCIA DE TRUJILLO

RELACIÓN ENTRE ÉTICA, POLÍTICA Y JUSTICIA

El Papa Benedicto XVI afirma que “la política es más que una simple técnica para determinar los ordenamientos públicos: su origen y su meta están precisamente en la justicia, y ésta es de naturaleza ética”.

La justicia es el objeto y, por tanto, también la medida intrínseca de toda política, es el criterio con el que se debe valorar y juzgar todo acto político; es además, el puente entre la política y la ética.
Por consiguiente, la ética no es algo que incumbe solamente el desarrollo y la integridad personal, sino que tiene una dimensión y eficacia social, se expresa cuando la política logra la justicia, el bien común, el desarrollo de nuestra sociedad.
Cuando el planteamiento político se aparta o prescinde de un sustento ético que sea respetado por todos, se oscurece el camino a la justicia y al desarrollo de los pueblos; basta recordar que después de tantos ensayos, esfuerzos y sacrificios, todavía vivimos la tragedia vergonzosa de que la quinta parte de la humanidad sufra hambre; que las hasta ahora grandes potencias económicas no sepan salir de la crisis financiera internacional y que los estados y organismos internacionales no sean capaces de superar pacíficamente las desigualdades y los conflictos entre sociedades y naciones.
Por eso debemos reflexionar sobre los motivos más profundos de los conflictos humanos y sociales a menudo avivados por la injusticia, debemos afrontarlos con una valiente autocrítica y debemos “apoyar la participación de la sociedad civil para la reorientación y consiguiente rehabilitación ética de la política”
Ética y economía
Otro desafío que se nos plantea es el de la economía, que siendo un elemento importante para el desarrollo humano y social, ha buscando - lográndolo parcialmente-, independizarse de la ética, pretendiendo seguir sus propias reglas en orden a la consecución de sus metas, prescindiendo y/o haciendo de lado las situaciones particulares tanto de personas como de sociedades.
Prescindir de la ética ha traído graves consecuencias, sin embargo no se debe olvidar que los economistas clásicos tenían una clara preocupación ética, así Adam Smith, padre del liberalismo económico, era profesor de ética.Benedicto XVI nos recuerda que “la actividad económica no puede resolver todos los problemas sociales ampliando sin más la lógica mercantil. Debe estar ordenada a la consecución del bien común, que es responsabilidad sobre todo de la comunidad política. Por tanto, se debe tener presente que separar la gestión económica, a la que correspondería únicamente producir riqueza, de la acción política, que tendría el papel de conseguir la justicia mediante la redistribución, es causa de graves desequilibrios”.
La Iglesia enseña que la actividad económica no debe considerarse antisocial. Por eso, el mercado no es ni debe convertirse en el ámbito donde el más fuerte avasalle al más débil. El sector económico no es ni éticamente neutro ni inhumano o antisocial por naturaleza. Es una actividad del hombre y, precisamente porque es humana, debe ser articulada e institucionalizada éticamente.
Por eso decimos con Benedicto XVI que “la economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento; no de una ética cualquiera, sino de una ética amiga de la persona”.
Además que “Es preciso elegir entre la lógica del lucro como criterio último de nuestra actividad y la lógica del compartir y de la solidaridad. Cuando prevalece la lógica del lucro, aumenta la desproporción entre pobres y ricos, así como una explotación dañina del planeta. Por el contrario, cuando prevalece la lógica del compartir y de la solidaridad, se puede corregir la ruta y orientarla hacia un desarrollo equitativo, para el bien común de todos”.
Debemos tener en cuenta que el objetivo exclusivo del beneficio, cuando es obtenido mal y sin el bien común como fin último, corre el riesgo de destruir riqueza y crear pobreza.
La corrupción
La corrupción es un cáncer que carcome calladamente el cuerpo social y se conocen algunas de sus manifestaciones sólo cuando estalla algún escándalo.
Con frecuencia está acompañada de impunidad, de apoyo desde las instituciones públicas o privadas y de una notable falta de transparencia y rendición de cuentas a la ciudadanía.
Una de sus peores consecuencias es la pérdida de confianza en personas y en las instituciones, sobre todo las del Estado; crea un clima de sospecha, promueve el tráfico de influencias, sobornos y destruye la credibilidad.
Los Obispos reunidos en Aparecida dijimos que “la valoración de la ética es un signo de los tiempos que indica la necesidad de superar el hedonismo, la corrupción y el vacío de valores”.
Cabe recalcar que sin ética el poder político no tiene autoridad moral, y por consiguiente, a la larga, pierde también su autoridad política.
La pobreza y la desigualdad
Otro de los retos que nos plantea la reflexión ética es que no solamente somos un país pobre, sino profundamente desigual; esto agrava la pobreza y es fuente permanente de conflictos sociales.
Recientemente el Santo Padre dijo que “Los diversos desequilibrios globales, que caracterizan a nuestra época, alimentan disparidad, diferencias de riqueza, desigualdades, que crean problemas de justicia y de distribución equitativa de los recursos y de las oportunidades, especialmente respecto a los más pobres”.
Hay que tener en cuenta que el aumento sistémico de las desigualdades entre grupos sociales dentro de un mismo país y entre las poblaciones de los diferentes países, no sólo tiende a erosionar la cohesión social y, de este modo, poner en peligro la democracia, sino que tiene también un impacto negativo en el plano económico por el progresivo desgaste del «capital social», es decir, del conjunto de relaciones de confianza, fiabilidad y respeto de las normas, que son indispensables en toda convivencia civil.
Conviene resaltar que en un reciente informe del PNUD sobre América Latina, se señala que la desigualdad en el Perú va en aumento y que América Latina es el continente más desigual del planeta. También debemos recordar que incluso aquella parte de nuestra población que ha salido de la pobreza en los últimos años es muy vulnerable y puede caer, fácilmente, otra vez en ella.
Ante lo que Benedicto XVI llama «el escándalo de las disparidades hirientes», la Iglesia quiere seguir promoviendo que toda política social tenga como prioridad a los más pobres, a los olvidados y excluidos, en el entendido que ésta es una perspectiva profundamente humana que nos conecta con toda persona de buena voluntad, pero que también es una cuestión de justicia y no un favor o una condescendencia.
Conclusión
La persona humana ha sido creada con inteligencia y libertad, lo que le permite optar por una sólida base ética en la política; si la ignora, los derechos humanos se debilitan, pues quedan privados de su fundamento. Por eso es necesario recuperar la preocupación ética en el ejercicio político.
Hay que promover con energía la búsqueda de la justicia en la acción política, ella será siempre la medida y transparencia de su integridad, además que se ha de considerar equivocada la visión de quienes piensan que la economía de mercado es absoluta y que puede prescindir de las exigencias éticas.
El Estado a través de sus diferentes poderes e instituciones, deben hacer una permanente y seria reflexión sobre los motivos más profundos de los conflictos, a menudo avivados por la injusticia, y a afrontarlos con una valiente autocrítica.
Finalmente, el esfuerzo ético implica la disposición a un cambio de mentalidad y de estructuras si queremos construir un país justo y respetuoso de la dignidad humana de todos sus ciudadanos.
Trujillo, 29 de Diciembre del 2011
MIGUEL CABREJOS VIDARTE, OFM.
Arzobispo Metropolitano de Trujillo
Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana
Oficina de Prensa del Arzobispado de Trujillo
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