jueves, 29 de julio de 2010

El Dios de las montañas

AVENTURAS DE UN CERAMISTA MOCHE

CAPITULO I
Serie: Cuentos Nómades.
Por el día el sol y la ardiente arena lo acompañarían en la búsqueda del Apu del Amaru; por las noches serían la luna y las estrellas. El ceramista había prometido a su pueblo traer la cabeza del Amaru y lo haría así tuviera que perder la suya. Vestía una camisa con mangas cortas de color de la arena, un taparrabo de algodón con diseños de olas y espirales, una cinta de color negro sujetaba a su frente los cabellos negros. De su cuello colgaba un collar de cuarzo hecho por su hermano, en su cordial portaba un anillo de plata y para el camino un par de sandalias de cuero de llama, además de una Chuspa. En esta llevaba: coca y calero, ch’arki, cancha y un poco de tabaco que lo habría intercambiado por el Mullu que le heredó su abuelo.

En las noches oscuras, el picchar sería un placer que aplacaría la angustia de la búsqueda. El sabor dulzón de la última boleada de coca le anunció que pronto llegaría. Llegaría a la comarca del Apu del Amaru en una noche de verano; la potente luz de la luna que alumbraba por detrás de la gran montaña hacia resaltar su forma piramidal. El ceramista buscaría albergue, pagaría con unas piedras azules su estadía. Desde el corral del albergue se divisaba el gran Apu, imponente, parecía un caporal con su gran poncho.

Durante el desayuno, sus anfitriones le hablaron acerca de los festejos por el cumpleaños de la hija del Gobernante; estaba previsto que el gran templo abriría sus puertas por coincidir la luna llena con el cumpleaños de su máximo tesoro: “Rayo de luna”, la bella princesa que nació con la estrella de la mañana. Según sus anfitriones, la belleza de la Princesa hacia florecer hasta las wankas. El ceramista intrigado, asistiría también a estas festividades.

“Pata negra”, el perro de la familia, se haría su amigo, ambos salieron a dar una vuelta. Había mucha gente por las calles, artesanos por varios lados, vería allí también un taller con varias conchas de Spondylus de varios tamaños y colores, donde diestras manos lo convertían en collares, brazaletes y también en polvo que brillaba a contraluz. Nunca antes había visto talleres de orfebres y tanta gente a la vez. El ceramista se percató que el viento soplaba desde el sur oeste, iría a su encuentro y de esta manera estar cerca del Gran Apu. El fiel “Pata negra”, lo seguiría, la fuerza del viento y la arena lo obligó a voltearse y ¡Gran sorpresa! Al fondo, hacia el norte, divisaría la cabeza petrificada del Dios de la Montaña. Sus abuelos le habían contado que era un Dios muy fuerte. Y estaba allí frente a su mirada, como descansando. Esta imagen, este primer contacto perduraría por siempre en la mente del ceramista. Desde el centro artesanal se veía la silueta del ceramista acompañado de “Pata negra”. “Rayo de luna” también vería la silueta del ceramista, ambos a la distancia cruzarían miradas, la ráfaga de viento silbaría. Un mal augurio…
Continuara.
Inspirado en una noche de luna llena,
En memoria de los ancestros, de los cuentos de los abuelos,
Cordialmente:
Víctor Corcuera Cueva.

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