viernes, 27 de mayo de 2011

OPINION: Relacionistas Públicos e Imagen Institucional

Por: Víctor Gómez Ruiz
vagopoeta@hotmail.com

He tenido la suerte de trabajar cuatro años como relacionista público en la Municipalidad Provincial de Pacasmayo – San Pedro de Lloc, y un año en el Proyecto Especial Jequetepeque –Zaña (PEJEZA), en plazas, en ese entonces, inorgánicas y con un sueldo muy inferior al de los empleados estables; sin embargo creo que realicé un trabajo importante en la consolidación de las relaciones humanas y el buen trato dentro de quienes laboraban en ambas instituciones; y de estas entidades con otras que, por una u otra razón, teníamos un roce interinstitucional. No sería modesto de mi parte decir que todo fue producto de un enorme talento o preparación profesional, de ninguna manera, pero sí creo, pretendiendo ser justo conmigo, que sí tuve una gran virtud, escuchar a los que saben y nutrirme de todo tipo de críticas.

Con ese lineamiento de trabajo aprendí a valorar las opiniones de quienes observaban algunos yerros de parte de mis superiores e inmediatamente los trasmitía, e incluso recomendaba un cambio de actitud, siempre dentro de los márgenes de respeto y consideración; por supuesto que no todas mis sugerencias eran tomadas en cuenta pero por lo menos los voceros del pueblo, o de los mismos trabajadores, sabían que, como cancerbero de la imagen institucional, trasladaba todas las opiniones; esta norma de conducta laboral me ayudó a granjearme nuevos y buenos amigos y a ampliar mis horizontes de trabajo, para ser requerido en otros lugares.

En conclusión, teniendo en cuenta que las relaciones públicas es el arte de vincular a una empresa con todo sus públicos, el interno y el externo, con la finalidad de consolidar la línea de trabajo, corregirla o retroalimentarla, creo sinceramente que, últimamente, con el cambio de nombre de las oficinas de Relaciones Públicas a Imagen Institucional, se ha desvirtuado el trabajo del relacionista público, quien preocupado por mejorar la imagen se convierte en un “franelero”, “tocapalmas” de todo lo que hace el superior esté bien o mal, pensando que con eso cuida, preserva, la imagen de su institución ¡Nada más erróneo! La imagen de una entidad está en relación directa con el comportamiento personal de cada uno de sus conformantes y en eso el relacionista público sólo influencia tratando de hacerles comprender que su comportamiento beneficia o perjudica a la institución, debe quedar establecido que las inconductas son de carácter individual sin ser prioritarias a la imagen de cuerpo. Hay que ser claro y directo en eso. Si un trabajador comete una falta grave, que linda con la inmoralidad, el relacionista público tiene que convertirse en el vaso comunicante con el público, informando que ese es un caso aislado y merece sanción, por tanto no compromete la imagen del corporativo. Lo peor que se puede hacer es solapar o tamizar la inconducta, porque con eso sí perjudica la imagen de toda la institución.

Basta ya de Pensar que un relacionista público está únicamente para tomar fotografías u organizar ceremonias o ágapes; eso es parte de su trabajo pero no es lo esencial. El relacionista debe mantener un contacto permanente con el público, con la prensa, las organizaciones civiles, etc. Y recoger el parecer de ellos sobre la institución para la cual trabaja, trasladar información a todo el corporativo, y de acuerdo a eso, sugerir solidificar el camino, cambiarlo o ajustarlo; si eso no le gusta al superior, hay un camino doloroso pero noble, la renuncia.

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