martes, 24 de noviembre de 2009

MUJER - DIGNIDAD

Hablar de violencia en cualquiera de sus formas, es hablar de hechos degradantes a nuestra condición de personas humanas, de seres pensantes, de miembros de sociedades civilizadas. Hablar de violencia familiar es hablar de una degradación aún mayor, por que esa violencia daña física, mental y moralmente a aquellos con quienes tenemos los más cercanos vínculos de afinidad y de sangre.
Aceptar la primera agresión, más allá de cual sea su forma, es allanar el camino a la violencia en que, unos llamados “seres queridos”, convierten a los demás integrantes de la familia en sujetos pasivos, y hasta en objetos de esos actos.

Seguramente, todos en algún momento, hemos visto con dolor y consternados las consecuencias de los actos de terrorismo que vive el mundo, y aún, con sus rezagos, vive el Perú. Con seguridad nos hemos preocupado e indignado por esos fenómenos y hasta esperamos que sea erradicado de nuestras sociedades. Sin embargo, en nuestras familias, vivimos hechos que debemos considerar una forma de terror. Y, por ese terrorismo en los hogares ¿Quién se indigna o se preocupa? ¿Cuántos trabajan para erradicarlo? ¿Quienes protestan?
Esa es una obligación que nos compete a todos, varones y mujeres, cualquiera sea nuestra edad o nuestra condición.

La mujer siempre ha sido considerada un baluarte, una gran fortaleza. Baluarte en la familia, en la sociedad, en las luchas, cualquiera el tipo y el momento; baluarte por la fuerza de nuestras ideas y por nuestra fe en lo que creemos y hacemos. Por eso, la mujer, baluarte, debe mantenerse incólume, imponente, imbatible y emblemática, respetada en su condición de ser humano; de madre, esposa, hermana, hija. Digamos, en su condición de mujer. Sin embargo en tanto permitamos que la violencia continúe instalada en nuestra sociedad, aceptada con normalidad por unos y ocultada por vergüenza por otros, no será posible ver a la mujer como sujeto de derecho a la dignidad, y esa es, precisamente, la batalla que la sociedad en su conjunto tiene pendiente de luchar. La batalla por la Dignidad, que con respeto y libertad, generan las condiciones esenciales de convivencia social.
Seamos conscientes que la agresión es manifestación y expresión de relaciones de desigualdad que considera a un género inferior al otro. Pero es además, forma de reflejar la inseguridad en nosotros mismos, falta de personalidad, escaso nivel de autoestima. Y es preciso tomar acciones para revertir estas situaciones.

Por eso afirmamos que la violencia contra la mujer, principalmente, es uno de los mayores obstáculos para la igualdad, el desarrollo y la paz de nuestras familias, comunidades y pueblos. En tanto aceptemos convivir con violencia es absurdo afirmar que trabajamos por el desarrollo de las personas y del país.

En el Perú, los últimos datos estadísticos del MIMDES entre enero y agosto de este año nos dice de 123 mujeres contra las que se ha atentado. 93 casos se han convertido en muertes. Feminicidios que han dejado 123 hijos en orfandad. De ellas, 84 tuvieron como victimarios a aquellos con quienes en algún momento establecieron relaciones sentimentales (esposos, convivientes, parejas); 11, fueron violentadas por padres madres o hijos.

De tentativas y feminicidios se tiene información estadística de 18 departamentos, y no debemos restar importancia ni sentir una especie de comodidad por que en mi región son menos las mujeres víctimas. Cualquiera sea el número, es agresión y hay que erradicarla.

Preguntamos ¿Qué hacemos?; qué hacemos, cuando vemos en las estadísticas que en todos los grupos de edades, las mujeres son víctimas. Preguntamos qué hacemos, cuando el número mayor de muertes lo encontramos entre edades de juventud y primeros años de adultez. Preguntamos qué hacemos, frente a la crudeza de los cuadros, frente a las humillantes cifras.

Hoy, un grupo de personas, con mi presidencia, tenemos un encargo especial, realizar una parte de la labor camino a una vida digna, vida sin violencia. Constituida e instalada por Ley 29340 La Comisión Especial Revisora del Texto Único Ordenado de la Ley de Protección Frente a la Violencia Familiar, representantes de los tres poderes del Estado, Ministerio Público y Defensoría del Pueblo, propondremos al Congreso de la República, un proyecto de Ley de Protección frente a la Violencia Familiar. Un proyecto que no debe ser un documento para bibliotecas, sino para una ley que realmente se sienta y cuyos resultados podamos disfrutar. Esto, es sólo una parte del trabajo, otra, debe empezar ya, en toda la sociedad. Es hora de reconocer la dignidad de la mujer, no con palabras ni discursos. Reconocerla con hechos que permitan nuestras mejores sonrisas. Sin ataques, sin lesiones, sin feminicidios.

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