lunes, 13 de junio de 2011

Podemos duplicar producción de maíz amarillo duro

A  raíz de la aprobación por el Congreso de la República de una moratoria de 10 años para el cultivo de transgénicos en el Perú, la Asociación Nacional de Productores de Maíz Amarillo Duro y Sorgo (ASONAMASOR), lanzó en forma temeraria una advertencia que en cuatro años podría desaparecer el cultivo del maíz en el Perú y se afectaría a 690 000 agricultores (Diario EXPRESO del 10/06/2011, pág.18). Naturalmente esto pone en vilo a más de un agricultor y a los responsables del agro en el país. Analicemos con objetividad este tema tan importante para la industria avícola y para los fabricantes de alimentos para los pollos.

En el Perú se cultivan dos grupos de maíz: los amiláceos y el maíz amarillo duro.

Los maíces amiláceos (como el gigante del Cusco, el morado y los chocleros) se destinan a la alimentación humana, para exportación y para los deliciosos choclos peruanos. En el año 2009 se cultivaron 201 453 hectáreas y se cosecharon 285 643 toneladas (Anuario Estadístico Perú en Números 2010, Cuánto S. A., pág. 476). Estos son maíces nativos y de calidad especial, que no deben nunca ser transgénicos.

Los maíces amarillos duros se destinan mayormente a la alimentación animal (aves y cerdos). En el año 2009 se cultivaron 300 428 hectáreas y se cosecharon 1,2 millones de toneladas. Parte de este maíz nacional se usa para fines distintos a la industria avícola. Como no se satisface la demanda de la industria avícola, importamos cerca de 1,9 millones de toneladas anuales de Argentina y Estados Unidos de Norteamérica, y que son transgénicos en alto porcentaje. La Ley de Moratoria de Transgénicos, aprobada por el Congreso, no prohíbe esta importación pero sí impone una moratoria de 10 años para su cultivo en el país.

La ASONAMASOR considera que la decisión de la moratoria es arbitraria; impediría el desarrollo del agro; y condena al país a altos costos de producción, que serían de US$ 2 300 por hectárea, mientras que en Brasil, Colombia y Argentina es de apenas US$ 500 con los maíces transgénicos. Además se considera que el maíz importado seguirá subiendo de precio, lo cual repercutirá en el mayor precio de la carne de pollo, un producto básico en la canasta familiar. Igualmente el alto precio de los fertilizantes y de los pesticidas nos pone en seria desventaja. Se afirma que la moratoria “desprotege la alimentación popular, y nos hace autodependientes de la importación de maíz para las avícolas, no entendemos por qué prefieren importar a ayudarnos a producir”. Estas afirmaciones son muy serias y alarman a cualquiera, en especial a los que tienen que tomar las decisiones económicas y políticas para garantizar una alimentación barata para el pueblo.

Cabe preguntarse si ¿verdaderamente estamos asistiendo al fin del cultivo del maíz amarillo duro en el Perú y al fin del pollo barato para el pueblo? La respuesta es que no hay ninguna justificación para afirmar una posible desaparición del maíz amarillo duro de producción nacional en 4 años ni en 15 ni en 50. 

La demanda nacional de maíz amarillo duro es de 2.5 millones de t, de las cuales en el 2010 el 40% fue de producción nacional y 60% importada. El rendimiento promedio nacional es de 5.5 t/ha. Para inferir el posible efecto de la prohibición del uso de las semillas transgénicas de maíz, se debe tomar en cuenta que hace ya más de 12 años, los maíces transgénicos importados conviven en un relativo equilibrio con los maíces híbridos de producción nacional. También es necesario saber que el maíz importado (ahora mayoritariamente transgénico) ha sido históricamente más barato que el maíz amarillo duro nacional. Entonces ¿por qué el maíz importado, si es más barato, no desplaza al maíz nacional? A decir de los propios avicultores, el maíz nacional es más caro pero de mejor calidad; por eso la preferencia y el no desplazamiento. Sustituir la semilla híbrida, que usan actualmente los agricultores nacionales, por semilla transgénica puede hacer perder ese diferencial de calidad que hace competitivo al maíz nacional, a pesar de su mayor precio, lo que favorece también a los productores. Entonces, la solución es usar mejores híbridos convencionales que tengan mayores rendimientos.

Es cierto que los transgénicos son eficaces ante el problema de malezas y/o plagas, pero inducen a un uso excesivo de herbicida con un daño residual acumulativo sobre plantas, hongos y bacterias del suelo, que también son susceptibles al herbicida, así como a la entomofauna atacada por los transgénicos tipo Bt. Es un daño que afecta la sostenibilidad del ecosistema productivo, degradando los componentes bióticos del suelo y disminuyendo su calidad en el corto a mediano plazos. Si se siembran dos cultivos —uno transgénico y el otro no— uno al lado del otro y no se presentaran plagas, el rendimiento seguramente sería el mismo en la mayoría de los casos.

Los costos de producción determinados por el Ministerio de Agricultura para el maíz amarillo duro van de 2 700 a 3 100 soles por ha (Dirección General de Promoción Agraria – MINAG), según el nivel tecnológico empleado. Una información directa de agricultores maiceros del valle de Cañete, consultados telefónicamente, da cuenta de un costo de producción de 5 500 soles/ha en terrenos de buena calidad y con una producción esperada de 10 t/ha; en tierras de menor calidad el costo disminuye a 4 600 soles/ha y el rendimiento esperado baja a 6 t/ha.

Los híbridos no transgénicos para alcanzar estos rendimientos están disponibles en el mercado nacional. La variedad INIA-605 alcanza un rendimiento entre 9 y 14 t/ha en la costa norte, donde fue desarrollado en la Estación Experimental Vista Florida; mientras que, la variedad Agroceres-1596, un híbrido de Monsanto, importado por FARMEX y de venta al público en Agrosuni, tiene un rendimiento de 10 a 12 t/ha. Otro híbrido interesante disponible es el Dekalb, usado en la costa central (Araya Grande - Barranca) que alcanza hasta 16,3 t/ha (Agronoticias Mayo-2011). Queda claro que la tarea pendiente es trabajar en el mejoramiento agronómico optimizando el manejo del cultivo sobre la base de mejores híbridos, que ya existen en el mercado nacional, y que deben seguir desarrollándose por las instituciones como el INIA o el Programa de Maíz de la UNALM.

En todo caso, los costos de producción están lejos de los US$ 2 500/ha, que de manera alarmista señala la ASONAMASOR. Si se trabaja seriamente con los maíces híbridos, que no son transgénicos, y se incrementa la producción de 5,5 t/ha a 10 t/ha se podría no sólo satisfacer la demanda nacional, sino que haríamos un gran favor a los productores nacionales de maíz amarillo duro. El reto es de tecnología convencional sin recurrir a los transgénicos. El objetivo es elevar el rendimiento promedio a 10 t/ha implementando un manejo agronómico eficiente con preparación de suelos (empleando subsoladoras, aradura, nivelación, incorporación materia orgánica, etc.); siembras, fertilización y cosechas mecanizadas; uso de semillas certificadas; implementar transferencia de tecnología con BPA y MIP. Si se hace esto y sin usar semillas transgénicas se podrá producir lo que la industria nacional consume.

En Cayaltí se siembran anualmente más de 1 200 ha de maíz amarillo duro y el promedio de producción (2010 y 2011) es de más de 11 t/ha, empleando semilla certificada (híbrido) y siguiendo las prácticas básicas para este cultivo. En el 2011 se han tenido áreas con rendimientos encima de las 14 t/ha. Es posible replicar esto a nivel nacional.

También se debe pensar en insumos nacionales, que pueden sustituir el maíz amarillo duro, con los chips secos de yuca. Países como Tailandia, Vietnam y Camerún exportan millones de toneladas de este producto para alimentación animal, como los pollos, y Holanda lo importa en forma muy competitiva. ¿Acaso en Ucayali y otras zonas de la selva no es posible estudiar esta posibilidad? Existen tierras desboscadas ociosas donde el cultivo tecnificado de la yuca puede ayudar a mejorar la producción y dar trabajo a los agricultores con escaso mercado para productos de bajo precio.

Ciertamente no estamos frente a una situación catastrófica, sino frente al reto tecnológico de buscar caminos propios, que favorezcan la producción nacional de calidad y limpia. ASONAMASOR, el INIA y varias universidades pueden perfectamente aunar esfuerzos para la producción nacional eficiente de alimentos para la industria avícola, sin recurrir al cultivo de maíces transgénicos. Trabajando juntos el Perú podría autoabastecerse de estos insumos sin afectar el precio del pollo barato para el pueblo. En lugar de generar alarmas apocalípticas es mejor ponernos a trabajar en soluciones tecnológicas propias.

Se insiste mucho en que los cultivos transgénicos (en especial maíz y soja) ya se cultivan en 134 millones de hectáreas (Informe Anual ISAAA, 2009). Esto es apenas el 2,7% del total de 4 900 millones de hectáreas de cultivos agrícolas en todo el mundo. La agricultura peruana es 100% no transgénica.

En conclusión, no estamos, de ninguna manera, frente a una tragedia nacional en el agro, sino frente a un desafío interesante donde el INIA y otras instituciones pueden jugar un rol decisivo en mejorar la producción y la competitividad de nuestros agricultores. Ya se cultivan en el Perú cerca de 300 000 hectáreas de maíz amarillo duro y si se llegara a un promedio de 10 t/ha se podría producir 3 millones de toneladas, lo que satisfaría la demanda nacional sin ampliar el área de cultivo. El desafío está en aplicar tecnología y transferencia de la misma a los agricultores.

San Isidro, 13 de junio de 2011
Oficina de Comunicaciones e Imagen Institucional Ministerio del Ambiente

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