ALGO MÁS QUE PALABRAS
La economía está en boca de toda la gente. La cuestión no es centralizarse en lo económico, sino en una hacienda con criterios éticos. Habría que antes concentrar los esfuerzos en la persona, en la pobreza de muchas almas, y ver que la dificultad no es meramente monetaria, sino de aprender a vivir de manera más solidaria, superando afanes y desvelos depredadores de interactuar unos con otros y con la naturaleza. Cuando se pierde el respeto por toda vida humana y por el entorno natural en el que vivimos, difícilmente podemos levantar cabeza. De poco sirve que unos poderes se acusen a otros o que se implanten medidas de estímulo económico, si la inmoralidad campea a sus anchas por el planeta. Asimismo, por doquier lugar se habla de la recuperación financiera, ¿pero de qué rescate estamos hablando, de aquél que está al servicio de los ricos? Es más de lo mismo de siempre. Hay personas en el mundo que jamás han conocido otra situación que la marginalidad y la miseria.
Junto al respeto a toda vida, sea rentable o no económicamente, la acción de las instituciones públicas y de los ciudadanos debe centrarse en la búsqueda del bien común. La economía no puede dictar modos de vida y dominar a su antojo. Tampoco los poderes del capital, por muy poder que sean, pueden considerarse como único punto de referencia. Hoy más que nunca vivimos en continua relación personas de diversas culturas y mundos, y es fundamental la escucha, la consideración hacia todos. También considero vital que la persona no se deje atar por economías basadas en el lucro a toda costa; sistema que nos esclaviza, desordena y machaca el medio ambiente, a más no poder. La apuesta económica debe tener otros objetivos más prioritarios centrados en la persona: alimentos básicos, vivienda, educación, salud y oportunidades para desarrollar una vida decente. Lo indecente es que los mercados sigan siendo injustos, no se propicie la igualdad en los intercambios, y la justicia distributiva brille por su ausencia como hasta ahora. En la agenda económica mundial debiera figurar este problema como primer deber resolutorio. A mi juicio, sobra todo lo demás.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
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