lunes, 27 de agosto de 2012

Manuel González Prada: ¿Fotógrafo de las desgracias nacionales?


Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)
El ilustre anarquista, maestro, ensayista y pensador Manuel González Prada (1844 – 1918), afirmó: “El Perú es un organismo enfermo; donde se aplica el dedo, brota la pus”. Su aseveración intentaba graficar la dimensión de la profunda crisis moral y estructural de la sociedad peruana -de fines del siglo XIX- generada por la derrota en la guerra con Chile y la deplorable actuación de la clase dirigente.
La voz de este crítico peruano y, además, “Precursor del Modernismo Americano”, influyó con intensidad en los jóvenes ilustrados de la “generación del centenario”, como se denomina a los compatriotas nacidos al cumplirse 100 años de la Independencia Nacional. Muchos de ellos ocuparon un activo rol en el quehacer literario, político y social del país.
En su afamado discurso en el Teatro Politeama de Lima (1888) denunció a los militares, al clero y al hispanismo como causantes de nuestra opresión e ignorancia. Por lo tanto, sintetizó su cruda percepción con estas palabras finales: “…En esta obra de reconstitución y venganza no contemos con los hombres del pasado: los troncos añosos y carcomidos produjeron ya sus flores de aroma deletéreo y sus frutas de sabor amargo. ¡Que vengan árboles nuevos a dar flores nuevas y frutas nuevas! ¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!”.
Han pasado los años y las décadas y, desde mi perspectiva, su mensaje de disconformidad es plenamente vigente a la luz de los sucesos que han marcado la república. La injusticia social, la corrupción pública, la discriminación, el centralismo, el problema del indio, la ausente distribución de la riqueza, la inutilidad de las cúpulas de los partidos políticos, la influencia del poder eclesiástico y económico en los gobiernos de turno, son algunas esferas en donde se aprecia la valía de su diagnóstico.
Desde joven me interesó leer su producción intelectual -gracias a la ascendencia de mis profesores en mis tiempos escolares- y creo haber encontrado en sus documentadas obras “Horas de lucha” y “Páginas libres”, ciertas respuestas a nuestra realidad. Este incomprendido estudioso tuvo detractores e incluso su legado ha sido, intencionadamente, excluido y silenciado en el sistema educativo.
Recuerdo cuando visité a Fernando Belaunde Terry -en su acogedor departamento de San Isidro en julio de 1999- y se refirió a este iniciador de las ideas anarquistas como un “fotógrafo de las desgracias nacionales”. El ex jefe de estado discrepaba, entre otros aspectos, de su enfoque sobre la corrupción en el Perú. González Prada presentó los conflictos que se arrastran a lo largo de la existencia republicana. Además, poco o nada hacemos para revertir este escenario al que, por desgracia, sinnúmero de peruanos se han acostumbrado y, en consecuencia, consideran habitual adoptar actitudes indiferentes e indolentes como una forma de subsistencia. Todo lo que, por desgracia, es “normal” en un medio sometido a una fuerte “anestesia” que impide reacciones de indignación personal y colectiva ante la arbitrariedad.
Este “adormecimiento” lo observamos en las más variadas actividades del quehacer cotidiano. Se ve en la desidia ante el despotismo del transporte público; en la falta de solidaridad con el vecino de la cuadra; en la apatía frente a los abusos en los centros laborales y ante los que, de manera encubierta, fingimos estar ciegos, sordos y mudos para no “peligrar” nuestra estabilidad laboral; en la escasa adhesión a las desdichas de quienes padecen el frío en el sur del Perú; en la ausencia de capacidad para sublevarnos por el indebido cobro de impuestos municipales. Sería extensa la lista de circunstancias en las que permanecemos pasivos y lo que es peor: frívolos.
En tal sentido, reitero lo expuesto en mi artículo “La indiferencia del peruano”: “Cada uno vive sus apuros y retos ante la supervivencia diaria. No buscamos alternativas organizadas para enfrentar conflictos comunes, somos incapaces de mirar al vecino con sentido solidario, tenemos una autoestima resquebrajada que impide defender nuestros derechos y, además, practicamos ese deporte consistente en “diagnosticar” -cada vez que estamos con unas copas en la mano- los problemas de la patria y evadimos convertirnos en actores del cambio que demandamos”.
No podemos seguir culpando a otros de los sucesos que acontecen en la dinámica social. Debemos asumir una responsabilidad compartida. ¿Algún día despertaremos de nuestra aturdida, disfrazada, interesada y felona burbuja? ¿Cuándo aceptaremos como propios los problemas del prójimo? ¿A dónde nos conducirán los miedos y las pusilanimidades interiorizadas en los peruanos? La respuesta está, únicamente, en la conciencia de cada uno de nosotros. A propósito quiero evocar unos comentarios de González Prada: “Algunos pretenden redimir a la humanidad sin haber logrado catequizar a su familia, olvidando que antes de pronunciar discursos y de escribir libros, se necesita hablar la más elocuente de las lenguas: el ejemplo”.
Del mismo modo, como anotara el autor de “Páginas libres”, necesitamos líderes con autoridad para inspirar fe y credibilidad en la población. Demandamos agrupaciones políticos competentes a fin de estudiar el complejo contexto nacional y que sirvan de puentes de entendimiento entre las incertidumbres del lugareño y el estado. Capaces de integrar en sus filas a hombres honestos, decentes y comprometidos con el bien común.
Requerimos instituciones políticas organizadas, democráticas, transparentes y preparadas para entender los dilemas de la ciudadanía y, por lo tanto, con lucidez a fin de contrarrestar a quienes se valen de sus deficiencias con el afán de atacar el sistema vigente. Atender y canalizar el “termómetro” popular, es tarea de estas entidades -centrales para la democracia- más allá de acordarse del pueblo en tiempos electorales.
Los peruanos exigimos una clase dirigente a la altura de las actuales circunstancias. Pero, con igual énfasis, optemos un proceder diferente, renuente y perseverante para salir de este lacerante trance moral. Tengamos siempre presente lo apuntado por Manuel González Prada: “La rosa no florece en el pantano”.
(*) Docente, conferencista, periodista, consultor en organización de eventos, protocolo, imagen profesional y etiqueta social. http://wperezruiz.blogspot.com/

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