La
esperanza que sostiene a la Iglesia al celebrar el nacimiento de Jesús y al
comenzar el año nuevo es que el mundo se transforme realmente, con la gracia de
Dios, en un mundo en el que puedan colmarse las aspiraciones más nobles del
corazón humano, un mundo en el que prevalezca la verdadera paz.
Los
pilares de la paz verdadera son la justicia y esa forma particular del amor
que es el perdón, que cura las heridas y restablece en profundidad las
relaciones humanas truncadas
En
la Navidad “los 02 mundos, el del hombre y el de Dios, el de la tierra y el del
cielo, en Cristo han entrado como en una colisión, pero no para provocar una explosión, sino para un abrazo.
En
este sentido la Navidad debe ser un abrazo, de paz y de perdón, sin
olvidar que junto a la Navidad de la alegría y de las luces, hay para muchas
personas y niños una navidad del dolor, de la enfermedad, del sufrimiento y de
la violencia.
Por
ello, invito a todos a proteger y
cuidar a los niños, para que nunca
se apague su sonrisa, para que puedan vivir con serenidad y mirar al futuro con
confianza.
Todos
sabemos que el niño tiene necesidad del
amor de sus padres y de su familia, tiene necesidad de establecer y
nutrirse de relaciones afectivas estables
y seguras.
Por
eso, la familia es la única respuesta que
puede colmar el vacío del ser humano en cuanto tal y solamente la familia es la que
tiene la respuesta a la pregunta del niño de “ser hijo”. Ninguna
otra institución puede sustituir
a la familia.
En
esta Navidad, la Iglesia no se cansa de cantar la gloria de esta noche, porque
el grande y eterno Día, vino al día tan breve de esta nuestra vida temporal. La
Iglesia no se cansa de cantar este admirable intercambio: El creador del género
humano, tomando cuerpo y alma nace de una Virgen y nos da parte de su
divinidad.
Mons. Héctor
Miguel Cabrejos Vidarte
Arzobispo Metropolitano de Trujillo
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