Recorremos un mismo camino,
caminamos por un mismo
universo,
somos hijos de un mismo
autor,
herederos de un mismo libro,
beneficiarios del mismo sol,
descendientes del mismo aire,
sucesores del mismo andar,
discípulos del verso y la
palabra.
Por la palabra nació la luz
y en la luz brotaron los días
y en los días se encienden
frutos
que nos convidan a ser y a
vivir.
Qué poco cuesta hermanarse,
compartir el pan de cada día,
universalizarse y
embellecerse
con el despertar del esperado
ciclo,
convertir estos versos en
latidos,
los sueños en una habitable
realidad,
la realidad en poesía para
respirar.
Respirar en un ambiente de
libertad
es como volver a sentirse
niño.
Necesitamos despojarnos de
cadenas.
Es un alivio quererse y que
te quieran.
En este mundo de vicios y
vacíos,
faltan gestos de amor puro,
que nos unan y reúnan y
reactiven
la paz que buscamos en cada
pulso.
Con el amanecer del nuevo
año,
germine un naciente
despertar,
donde cada uno reflexione
sobre sí
y los demás, sobre lo que
somos
y sobre lo que podemos ser
mañana.
Busque su tiempo y su
espacio,
desista que alguien piense
por uno,
explore el corazón de su vida
y viva con las energías del
alma
la sensación de percibir
armonía.
Armonía que comienza por un
abrazo
del alma hacia todas las
almas
y que finaliza con una
sonrisa abrazada
a la faz de los cuerpos que
se desviven.
En este vivirse y desvivirse
por vivir,
hay que poner la mente al
servicio de todos,
y reponerse con el cuerpo a
construir la paz.
Quien así lo hace, hallará el
sosiego
que tanto nos afana y
desvela.
Un mundo asciende cuando dos
se ayudan.
Tenemos demasiados muros y
pocas posadas.
Hay que ponerse manos con
manos
a levantar el amor
que el mundo ha desterrado de
los días.
Cuídate de los que no quieren
saber nada.
Nunca es tarde para ponerse a
amar.
Ya me dirás el efecto. Con
afecto.
Víctor Corcoba Herrero
No hay comentarios:
Publicar un comentario