miércoles, 14 de abril de 2010

Antonio Villalobos Ordóñez

Se fue entre sombras dejándonos luz

Gustavo Rojas Vela

Ha muerto el maestro, dirigente gremial y político. Se ha ido desde su condición de jubilado y su desaparición física ha convocado, además de familiares, a muchos compañeros de jornadas laborales, gremiales y políticas. Es una muerte que duele como toda muerte humana; pero, en este caso, el dolor se agiganta porque Antonio Villalobos es uno de los pocos que se fue tatuado por las huellas que dejan las luchas y adornado por los nobles actos en el ejercicio de la función docente que en vida realizó. Fue luchador y maestro.
La muerte del “Lobo” (trato cariñoso que le dábamos sus amigos) nos permite mirar alrededor y también dar un vistazo al pasado y su necesaria proyección al futuro; pues, esta partida al convocar a sus colegas que participaron con él activamente en las heroicas jornadas libradas por los maestros del Sutep los años 1978 y 1979, es a la vez un llamado de atención que advierte la necesidad de contar con un ente organizador y convocante, generador de iniciativas para darle sentido a la vida de los jubilados. Las instituciones magisteriales existentes aún no han logrado dotarse de servicios que presenten a los jubilados iniciativas de acción concreta en las que puedan volcar sus experiencias de trabajo y de vida. Cada jubilado se lleva consigo sus saberes al no tener una organización que le ayude a sistematizarlos y a transmitir a las nuevas generaciones. Es éste y no otro, el momento de ponerse a pensar y actuar en torno al quehacer de los jubilados, en algo que les evite la tediosa rutina que en determinados casos les lleva, como desahogo, al consumo del alcohol. Iniciativas relacionadas con este tema surgieron desde la ANCIJE en el año 1997 cuando esta institución propuso el programa denominado “Manos maestras del Perú” con el lema “Cesantes en la educación, activos en la producción” muy bien acogida y difundida por maestros, como nuestros queridos compañeros Mauro Benites Alcántara, Antonio Villalobos, Ubaldo Tejada, entre otros. Es de lamentar que mezquindades e intrigas de personajes retrógrados impidieron su realización plena. Ya es hora y vale reiterarlo, de dejar a un lado el criterio de que los jubilados son personas que después de toda una vida dedicada al trabajo, tienen que pasar al reposo absoluto como si fuesen máquinas inservibles. Dice el viejo refrán “cuando la experiencia habla, la juventud escucha”; pero contradictoriamente, en tiempos de neoliberalismo, los adultos mayores son calificados de “viejos” y por lo tanto en desuso. Esta es una tarea medular y en torno a ella, deberían girar las otras acciones reivindicativas.
El deceso del “Lobo” ha permitido la congregación natural y espontánea, así como el reencuentro de viejos amigos que traen consigo recuerdos y añoranzas de glorias pasadas, lo mismo que rostros ajados y miradas de incertidumbre frente al futuro próximo. Esta dolorosa circunstancia ha permito además, comprobar que los actores de aquellas viejas glorias ahora están ensimismados con temas electoreros, sabiendo de antemano que la feria electoral no resolverá la problemática general de los trabajadores, salvo de aquellos que logren engatusar bien y alcancen un escaño en el Congreso de la República.
El “Lobo” dio de él lo que le correspondió dar en los momentos en los que ha sido requerido. Fue maestro de aula y como tal, deja una pléyade de ex alumnos que avanzan en la vida con los conceptos que logró forjar en ellos. Como dirigente sindical, asumió en circunstancias nada fáciles y en muchas ocasiones desde la clandestinidad, tareas de dirección desde el CEN del Sutep; tuvo a su cargo, entre otras, la conducción de la marcha de sacrificio de los maestros en huelga desde la ciudad de Trujillo hasta Lima en el año 1978. Estuvo a la cabeza de más de trecientos maestros que voluntariamente se inscribieron representando a las bases de Tumbes, Piura, Lambayeque, La Libertad, Cajamarca, Ancash y en su recorrido fueron movilizando a los maestros y trabajadores en general de Chimbote, Huarmey, Huacho y ciudades aledañas. La presencia del “Lobo” en la conducción de esta medida de protesta fue garantía de organización, disciplina y confianza; pues al llegar a Lima el contingente superó ampliamente los mil participantes; brindó sus esfuerzos a la Derrama Magisterial, recorriendo todo el norte del país promoviendo la institución y los servicios culturales, principalmente. Finalmente, como maestro jubilado, fue un destacado dirigente de la Asociación Departamental de Cesantes y Jubilados de Educación de La Libertad (ADCIJELL). En toda circunstancia, demostró honestidad y perseverancia en la lucha consecuente.
Como sucede con muchos jubilados y no jubilados, se vio abandonado por las organizaciones gremial y política a las que entregó entusiasmo, inteligencia y los mejores años de su vida. Circunstancias penosas del último tramo de su existencia, signada por el desengaño, la pena y cierto escepticismo, no pueden echar sombras sobre la limpieza de toda una vida puesta al servicio desinteresado de los altos ideales políticos y sociales que asumió y por los que luchó. Por eso, al “Lobo” hay que recordarlo siempre sonriente y enarbolando como suyas las banderas de combate del pueblo peruano.

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