ALGO MÁS QUE PALABRAS
Los caminantes del mundo hemos perdido el respeto, a veces hasta con nosotros mismos. Vivimos bajo el techo de la irreverencia permanente, hemos puesto el descaro como vecindad, la descortesía y desconsideración la plantamos en cualquier esquina, nadie respeta a nadie, y la cosecha de vicios es tan grande que nos adormece la inspiración humana. Habría que atajar cuanto antes este mal y la primera exigencia es el respeto a la verdad. En efecto, los cómplices de la mentira son una legión, la deslealtad es moneda de cambio y los espíritus corrompidos se multiplican, lo que acrecienta la manipulación más perversa y sutil.
Es evidente que hoy el planeta se halla cada vez más asediado por el cerco del rechazo, nadie conoce a nadie, se vive el presente sin respetar el pasado, y lo que es peor, sin descubrirse ante el dolor de los que sufren. Los humanos tenemos que tomar partido por la existencia, lejos de egoísmos, propiciando el verdadero interés por la persona, como actitud de vida. La solvencia económica por si misma no arregla el mundo. Porque el ser humano no vive sólo de la liquidez de un mercado, necesitamos notarnos unidos y sentirnos respetados. Hay países que criminalizan a los indocumentados, en lugar de acogerlos. Otras naciones quieren absorber la identidad de los inmigrantes. Esto si que es verdaderamente una conciencia insolvente, mucho más grave que la monetaria, aquí el ser humano ha perdido su propio ser hacia sus semejantes, aquello por lo que vivimos, sentimos y pensamos.
El respeto que lo es de corazón, nos injerta aceptación en vez de desprecio. Los pueblos tienen que guardarse respeto. El mundo tiene que crecer en respeto. La persona tiene que ganarse el respeto y para lograrlo debe aprender a escuchar, a colocarse en el lugar del prójimo. Desde luego, no se puede pasar a la negligencia de los modales y mucho menos al abandono del deber humanitario. Sin duda alguna, la benevolencia y los buenos modos es una saludable manera de conducirnos por la vida. Asimismo, un mayor compromiso con la universalidad de los deberes humanos, dará valor a la consideración del ser humano, que no puede seguir devaluándose como persona.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
28 de abril de 2010
miércoles, 28 de abril de 2010
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