miércoles, 26 de septiembre de 2012

CUANDO SE SIEMBRA VIOLENCIA

ALGO MÁS QUE PALABRAS

El mundo tiene hoy un problema social de violencia extrema. Las barbaries que se han venido sembrando para garantizar intereses y expandir la dominación de los poderosos, la continua intimidación con armas nucleares o de destrucción masiva, la imposición de movilizaciones, ha generado una espiral de crimen y fanatismos que sólo pueden frenarse trabajando por el bien de la especie, sin exclusiones, siendo más justos, tolerantes, fabricando menos armas y más escuelas.

Hemos de marcar, pues, otro orden de prioridades más sensibles con la vida de las personas. No es suficiente con hablar de paz, máxime cuando se siembra terror y se cultiva la intransigencia o se adoctrina socialmente con el fuego del odio y la venganza. Por desgracia, hemos convertido esta siembra violenta que, nos circunda por todos los países, en algo normal y no lo es, porque al final ese espíritu violento nos acaba degradando a todos. Por ello, uno puede expresar un descontento, pero con la condición de manifestarlo pacíficamente. No son de recibo la destrucción de bienes, con el despilfarro de dinero que esto supone, y mucho menos la lesión de personas inocentes, que pueden toparse con la muerte.
Desde luego, debemos desterrar cuanto antes las actuaciones y mensajes violentos, a través de la conciencia pública y la educación. Una cultura de paz no se aviva manifestándose a pedradas, utilizando la sinrazón y violentando normas democráticas, promoviendo la traición y desplegando el rencor. Sin duda, no podemos cerrar los ojos ante este tipo de hechos antisociales, que lo que buscan es dividir y generar miedo e incertidumbre.
A diario se producen multitud de comportamientos antisociables que habría que detener. Los conflictos se intensifican y generan exclusión social. Las organizaciones que siembran el terror, que trafican con las personas y con las drogas, que avivan la violencia de género y la violencia sexual, en los últimos tiempos también emergen con fuerza y adquieren un poder global depredador.
Por consiguiente, pienso que todos tenemos el derecho a vivir una vida libre del drama de la violencia. El buen juicio para nada necesita de hechos fanáticos. Es hora de oponerse con rotundidad a todo tipo de salvajismo. A mi juicio, urge que las personas manifiesten el más radical rechazo de la violencia, de toda violencia, y que todos los gobiernos del mundo ejerzan la responsabilidad colectiva internacional de proteger a los ciudadanos que son víctimas de hechos verdaderamente crueles. Indudablemente, ante estos sucesos inhumanos no se puede mirar hacia otro lado.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
26 de septiembre de 2012


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