martes, 20 de octubre de 2009

Cambio climático: ¿realidad polémica o dura realidad?

Cuando en la década de 1930 se publicaron los primeros indicios de calentamiento global desde el siglo XIX, no se los relacionó con la actividad industrial, sino con las variaciones de la órbita terrestre. Algo que se corrigió poco después, en el 1938, cuando el ingeniero especialista en vapor, Guy Stewart Callendar, enunció la realidad del calentamiento global, atribuyéndolo a la quema de combustibles fósiles, que creaba grandes cantidades de dióxido de carbono (CO2). Sin embargo, recién hacia 1950, algunos científicos, estadounidenses principalmente, usando los nuevos instrumentos de recogida de datos atmosféricos y las primeras computadoras de propósito general procuraron verificar la hipótesis de Callendar. Lo curioso fue que esta investigación fue posible gracias a la repentina abundancia de fondos de los organismos dependientes del Ministerio de Defensa y de las fuerzas militares estadounidenses, que veían a la climatología y el estado de los mares y océanos como dato clave para controlar lo mejor posible el curso de la Guerra Fría.
Gracias a esos esfuerzos iniciales, hacia 1960 se descubrió la posibilidad de que se estuviese produciendo un calentamiento global y que el aumento de la concentración de dióxido de carbono fuese una de sus principales causas. En esa década aparecen los primeros modelos matemáticos del clima, muy sencillos y elementales al principio, y por lo general diseñados para las predicciones meteorológicas a muy corto plazo y muy locales. Pero al aumentar el poder de cálculo de las computadoras y lanzarse la primera generación de satélites meteorológicos, empieza la transición a gran escala de la climatología cualitativa a la cuantitativa. Desde entonces ha corrido mucha agua bajo el puente científico climático. Sobre todo desde 1988, cuando se conformó el famoso IPCC, por sus siglas en inglés, que es el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, un organismo establecido por la Organización Metereológica Mundial y la agencia de la ONU para el medio ambiente a fin de recopilar la información científica, técnica y socioeconómica relevante para entender el cambio climático, sus impactos potenciales y las opciones para adaptarse a él o mitigarlo. Desde su creación el IPCC ha publicado cuatro informes de evaluación, en 1990, 1995, 2001 y 2007, Informes Especiales, Documentos Técnicos y Guías Metodológicas, que son utilizadas por responsables de políticas, científicos, otros expertos y estudiosos y cualquier interesado. Todo lo cual les valió ganar el premio Nobel de la Paz el 2007, junto a Al Gore, por sus aportes ambientales. El informe del 2007 del IPCC confirma que el cambio climático ya está entre nosotros, fundamentalmente causado por las actividades humanas; ilustra los impactos del calentamiento mundial que está ya acaeciendo y del que previsiblemente está en ciernes, y el potencial de adaptación de la sociedad para reducir su vulnerabilidad; y, por último, ofrece un análisis de los costos, políticas y tecnologías que traerá aparejada una limitación de la magnitud de los cambios futuros.
Desde luego que aún hay voces que siguen negando la relevancia del cambio climático, señalando que las emisiones humanas de CO2 no son su principal causante, ni del calentamiento global, sino que estos son parte de un proceso natural, determinado por las manchas solares o los volcanes. Y llegan a decir que quienes están detrás del enfoque “convencional” del cambio climático constituyen nada menos que una gran industria o lobby ambientalista global, que estaría lucrando con el desastre ecológico ad portas. Recientemente, a los climaescépticos se les acaba de unir nuestro presidente de la República, Alan García. Durante la inauguración del Octavo Encuentro Internacional de Derecho Ambiental, en la Universidad Mayor de San Marcos, García declaró con desenfado: “Cuando me dice que terminado el glaciar habrá más agua, les digo ¿Y? ¿Dejará de llover? ¿No dicen que se calentará más el mundo? Habrá más evaporación, habrá más lluvia. Evidentemente los glaciares no servirán como una esponja para retener ese líquido. Haga usted las murallas y las presas necesarias para compensar eso”. Sobran los comentarios.
Al margen de los discursos simplistas, el 17 de octubre, en la audiencia climática nacional del Movimiento Ciudadano frente al Cambio Climático (MOCICC) se escucharon voces advirtiéndonos de los actuales impactos del fenómeno: “La deglaciación del Ausangate ha traído como consecuencia que haya menos pescados, menos ichu. Los animales se están muriendo de enfermedades desconocidas, ya no hay cóndores, ranas, sapos, que son muy importantes para el control biológico. Hay enfermedades en las papas, y el calendario andino ha variado, ya no se sabe cuando regar. Esto trae como consecuencia la migración a la ciudad. También hay niños con neumonía”, declaró Cayetano Huanca, poblador del Cusco. Por su parte, Eugenio Colonia, de Carhuaz, Ancash, señaló que el cambio climático hace podrir la papa, pues la falta de lluvia afecta a algunas variedades nativas. “Hay menos producción de tubérculos y maíz. De 20 a 25 sacos producidos ahora solo producen 10 y 15 sacos por parcela. Hay gusanos más resistentes, gorgojos de la chacra, polillas atacan más rápido a la oca. La papa necesita frío y tenemos que buscar zonas más altas. Hace 20 años la deglaciación era leve; ahora los nevados están por desaparecer, hay menos caudal en los ríos, no hay puquiales...antes el agua sobraba, ahora ya no alcanza. El sol quema demasiado y causa daño a los niños, que aparecen con los ojos rojos, dolor de cabeza y enfermedades más frecuentes y resistentes”, expresó Colonia. Por último, rechazó el plástico, las industrias extractivas, las mineras, los agroquímicos y el abono sintético. Es decir, en un país que tiene el triste récord de tener la cuarta parte de casos registrados de TBC de América Latina y el Caribe, una enfermedad causada por la pobreza, como indicó el sociólogo Héctor Béjar, el cambio climático amenaza con agudizar la vulnerabilidad de quienes viven bajo el umbral de la pobreza y las necesidades básicas insatisfechas. ¿Serán capaces de percibir pronto esta realidad nuestros gobernantes, empezando por García, antes de que devenga en nuevos conflictos socioambientales?

Raúl Chacón Pagán, con la colaboración de Paola Quiroz, estudiante de comunicación social UNMSM.

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