POR: VICTOR RAUL CRUZADO RIVERA
ABOGADO
El
año 2012 se fue y se llevó consigo todo un caudal de hechos y acontecimientos
que si bien no se pueden borrar, deben servirnos para, reciclándolos, alzarnos
sobre lo malo, continuar el camino y seguir en este constante estallar de
días y de noches que es la vida.
Hay
algo que si me ha causado atención y es
que este misterioso 2012, nos ha grabado en la mente cuan inseguro es nuestro
valle, que tan incontrolable es la violencia y
cuan poco vale la vida para algunos de nuestros congéneres.
La
violencia que se ha vivido en este año no tiene parangón en esta tierra bendita,
que el Jequetepeque vuelve ubérrima en su recorrido, hemos sido mudos testigos de hechos violentos
que deben llevar a las autoridades y a la colectividad a tratar de entender
este fenómeno, no como el acontecimiento que revela nuestra poca capacidad de prevención
y reacción ante tales hechos, que de paso es cierto, sino que debemos entenderla como un fenómeno
cuyas raíces van más allá de lo evidente.
La
violencia debemos entenderla como una expresión de desesperación, de necesidad
inevitable de una catarsis de un contenido perturbador interno, como una
especie de abreacción (Descarga de emociones y afectos ligados a recuerdos
generalmente de experiencias penosas o dolorosas infantiles que han sido
reprimidas) psíquica y física. Como expresión de rechazo, la abreacción,
sustituye a la reflexión, al pensamiento y a la comunicación. A esto
debemos sumarle que también es una síntesis
de elementos inherentes a nuestra naturaleza humana que corresponde a un
contexto ontogenético, metabólico, bioquímico, neuroanatómico,
neurofisiológico, psicosocial y existencial, entre otros.
Así,
debemos concluir aceptando que la lucha contra la violencia si bien debe tener
una arista en la acción de las instituciones vinculadas al tema, así como de la sociedad civil, esta debe de pasar primero
por considerar que la violencia obedece a situaciones de resentimiento, rencor,
marginación, abandono, indiferencia, estigmatización, rechazo, abuso, vejación,
sentimiento de no pertenencia, temor, además de una privación afectiva,
educativa y material, situaciones que solo pueden ser enfrentadas eficaz y
eficientemente cuando se dé lugar prioritario a la protección de la familia y
en los presupuestos públicos la educación no sea más la cenicienta del cuento,
sólo así tendremos seres humanos capaces de enfrentar, exitosamente, los
sentimientos de resentimiento, rencor,
marginación, abandono, indiferencia, estigmatización, rechazo, abuso, vejación,
etc. Que en la vida a veces nos asaltan.
Solo
así tendremos en el futuro la
posibilidad de un amanecer sin las malas nuevas de los diarios, sin la
consternación constante a la que nos vamos acostumbrando, sin ese paulatino
terror y miedo que se va apoderando de este valle.
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