sábado, 5 de enero de 2013

¿POR QUÉ ESTAMOS EN LA HAYA?




Abg. Walter Tongombol Zapata
Con la presentación del equipo jurídico chileno, el 14 de diciembre último, culminó la etapa de las audiencias orales del proceso judicial ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya por la demanda que interpuso nuestro país para delimitar, conforme al derecho internacional, la frontera marítima con Chile.  Los componentes de esta controversia, oficialmente, son tres: a) la delimitación de las respectivas zonas marítimas que se superponen; b) el desacuerdo sobre el punto de inicio, en tierra, de la frontera marítima; c) la pretensión de Chile de desconocer la soberanía peruana sobre una zona de 28,471 km2, denominada triángulo externo.
Los equipos jurídicos de ambos países expusieron sus argumentos bajo las formas procesales y ritos diplomáticos establecidos.  En esta oportunidad, no nos detendremos a examinar las construcciones lógicas argumentativas de ambas partes.  Es preciso, indagar acerca de los motivos que han llevado a nuestra cancillería a presentar esta demanda, ante una corte internacional con el riesgo de afectar nuestras relaciones vecinales, y en especial, con un país con el cual todavía subsisten las rencillas de una guerra sucedida hace más de un siglo.
¿Qué nos ha llevado a La Haya?  Torre Tagle nos ha explicado que estamos en La Haya por una razón jurídica pendiente en la que ambos Estados, tanto Perú como Chile, no hemos resuelto ni sido capaces de sentarnos a negociar y suscribir un tratado de delimitación marítima conforme a las normas del derecho internacional, básicamente, por la negativa de Chile, el cual sostiene que dicho tratado existe con la Declaración de Santiago de 1952 y el Convenio sobre Zona Fronteriza Marítima de 1954, además de las prácticas reiteradas del Perú que constituyen costumbre y por ende, fuente del derecho internacional.
Para Edificio Carrera (la cancillería chilena), Torre Tagle ha construido este caso y se ha aventurado a llevarlo ante la Corte con el riesgo de alterar el statu quo, no solo inter partes sino que como precedente jurídico, también, erga omnes.  Por eso, sostiene, no existen razones jurídicas sino una razón de tipo político; es decir, de poder.  Para ex diplomáticos chilenos como Rodríguez Elizondo, el Perú no permite ni permitirá que “entre el mar de Grau y el mar de Chile se interpusiera mar boliviano” (por territorios que pertenecieron al Perú), por ello, el punto de quiebre histórico para haber iniciado la demanda -agrega- fue el acuerdo chileno-boliviano de Charaña, celebrado el 8 de febrero de 1975, entre los dictadores Augusto Pinochet y Hugo Banzer.
Cabe preguntarnos, si Chile estuvo consciente de ello, entonces, ¿pudo haber evitado ir a La Haya?  De antemano, su superioridad militar, reconocida, frente al Perú, configuraba su ventaja disuasiva en cualquier negociación.  Sin embargo, Torre Tagle pudo sortearlo con las armas de la diplomacia.  Esto es lo que al interior del país sureño se le reprocha a la ex presidenta y antes ministra de defensa, Michelle Bachelet.  ¿De qué sirvió haber comprado tanto armamento? se preguntan algunos analistas chilenos como Fernando Thauby.
Sin embargo, al margen de las posiciones que ambos Estados puedan sostener para determinar el porqué estamos en La Haya; lo real es que ya estamos ahí y lo cierto es que ésta tampoco emite decisiones estrictamente jurídicas.  De hecho, la política busca siempre su justificación en las reglas jurídicas establecidas y con algo más de creatividad, si no existen, las crea.  Así lo han entendido las cancillerías de Perú y de Chile, de ahí que ambas, ahora, sigan las reglas de un juego (propuesto por Torre Tagle, pero rechazada inicialmente por Chile bajo la administración Bachelet), en el cual buscan, para sus propios intereses de estado, un equilibrio que no empeore el bienestar de ninguno, pero que tampoco retrase la cooperación avanzada.  De este modo, se puede entender, políticamente, el que hayan preferido encapsular el diferendo y tratar los asuntos bilaterales por cuerdas separadas.
En este sentido, estamos en La Haya, sin duda, porque Torre Tagle ha tomado la iniciativa, y porque su objetivo no se agota, necesariamente, en la resolución final del litigio y en su ejecución; al menos, no debiera.  De cara al bicentenario, es ineludible la instauración de un liderazgo peruano propio en el nuevo ajedrez geopolítico regional.  Por ello, la pregunta debería ser: ¿para qué estamos en La Haya?

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