ALGO MÁS QUE PALABRAS
A veces suceden acontecimientos con
los que uno se apasiona y llega a transformarse. Algo parecido debió sucederle
al arquitecto sevillano Javier Jiménez Sanchez-Dalp. De pronto, tuvo la inspiración
del arte como llamada, y mientras trabajaba en la construcción de un centro de
traumatología de la orden hospitalaria de San Juan de Dios en Douala (Camerún),
le sorprendieron tantas vivencias que optó por compartirlas. Se adentró tanto
en el alma de las gentes que sintió el deseo de acercarnos su rostro vivo. No
le debió ser difícil a quien con visión de poeta sabe retratar, desde siempre,
modos y maneras de vivir, o lo que es lo mismo, experiencias de vida. A
propósito, cuentan sus amigos que ya en la infancia tenía unos innatos impulsos
por dibujar todo aquello que le sorprendía. Así, brotaron las veintitrés obras
pictóricas expuestas ahora en el archivo-museo de San Juan de Dios, bajo el
título "África a bolígrafo", ubicada en la Casa de los Pisa de la
universal ciudad de la Alhambra, engrandeciendo sin duda, aunque sea por unos
meses, la ruta del renacimiento-barroco granadino.
La ubicación de estas obras de arte
en esta honorable Casa de los Pisa, que tiene tras de sí una emblemática trayectoria
difusora de la creatividad en su más pura transcendencia, es todo un acierto,
puesto que encaja tanto en su gesto acogedor como en sus fines de promover una
auténtica cultura. Ciertamente, las obras que ahora se exponen, nos dan una
visión de un continente, el africano, muy desconocido, y a la vez, muy
necesitado de amor. Se nos ha dicho que el objetivo de esta exposición es la
sensibilización sobre la situación de desigualdad que sufre esta gente. Según
Naciones Unidas, Camerún es uno de los treinta países del mundo con menor
desarrollo humano. El autor de estos dibujos, que ha querido canalizar sus
propias vivencias a través de su práctica creativa y, con ella, concienciarnos
para llevar un poco de esperanza y comprensión a estas tierras. Realmente, la
fascinación del artista se contagia en los ojos del espectador: consigue traspasarnos con su mensaje y
hacernos soñar que otro mundo es posible, a poco que nos ayudemos unos a otros.
Desde luego, el arte es una buena
manera de conducirnos por la vida. Las expresiones de estos seres humanos, sus
abecedarios emanados de sus miradas que hablan por sí mismas, nos invitan a la
reflexión. Pienso que esta exposición nos traslada a un mundo que pide nuestro
auxilio, cualquiera de sus cuadros nos deja perplejos, nos hace meditar sobre
el sentido de nuestro quehacer diario. Son imágenes cargadas de expresividad de
un territorio castigado por miles de injusticias y desigualdades, por
centenares de conflictos que no conducen a ninguna parte. Ellos parecen mirarnos
y nosotros tenemos que dejarnos ver por sus miradas. Piden nuestra clemencia.
Sólo hay que llevarse a los labios estos dibujos. Hay que felicitar al artista,
que desde la sencillez de un bolígrafo, ha sido capaz de radiografiar, un
apasionante universo de interrogantes, que nos exige a todos un mayor
compromiso con nuestros semejantes.
Que nadie se haga ilusiones de que
se puede avanzar, excluyendo. Todo formamos parte de un tronco común del que
penden los diversos hábitats. Sí bellísima es la naturalidad con la que Javier
Jiménez Sánchez-Dalp dibuja las variadas atmósferas, no menos realistas son los
trazos que el pintor utiliza para dar apoyo a una cultura crecida por las
incomprensiones, que espera nuestra mano tendida, para que se haga justicia y la
riqueza beneficie a todos los pueblos africanos por igual. Nos alegra, pues,
que una vez más como tantas otras veces, la sala de exposiciones temporales del
Archivo-Museo San Juan de Dios, ofrezca una muestra artística llena de
sensaciones hospitalarias, a través del talento artístico de un arquitecto de
profesión, capaz de modularnos una historia tórrida visible a nuestro corazón,
que estoy convencido servirá para ponernos en movimiento. Porque,
indudablemente, estamos ante unas pinturas de gran calado que sirven para
entusiasmarnos y es, bajo ese fuego, como surge la llama solidaria.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
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